viernes, 1 de junio de 2012

Debatir el sentido de la Segunda Generación de Reformas Estructurales en México

Más allá de la banalización del Ier Debate entre Candidatos a la Presidencia de México; 
más allá de la magia del escote de Julia Orayen...

El pasado domingo 6 de mayo se realizó el primer debate entre candidatos a la Presidencia de la República de nuestro país. A cuatro semanas del mismo, dos circunstancias dominaron el pos-debate: 1a) el espectacular escote de Julia Orayen la edecán que estuvo a cuadro tan solo 24 segundos a cuadro y que fue declarada triunfadora unánime del debate por knock out y 2) el uso de las redes sociales, de facebook y de twitter para intentar construir percepciones de triunfo y derrota entre los candidatos a la presidencia .


Sería una enorme injusticia pensar que la riqueza de ideas y de propuestas que los candidatos expusieron en el foro-debate no tienen importancia o trascendencia. Mucho se dijo, propuso y se perfiló. Quiero rescatar una idea que me parece muy importante y que con toda seguridad va a estar presente en el debate económico y político gane quien gane la presidencia de la república: la idea de realizar una Segunda Generación de Reformas Estrucuturales en México para elevar el crecimiento económico, el empleo y el bienestar social.

Por lo menos Josefina Vazquez Mota, Gabriel Quadri y Enrique Peña Nieto se pronunciaron con claridad en torno a la necesidad de instrumentar un conjunto de reformas estructurales para México: reforma educativa, reforma energética, reforma de las telecomunicaciones y una reforma laboral. López Obrador es un misterio en este sentido.

A casi tres décadas de instrumentado el primer paquete de reformas estructurales (léase reducción del tamaño e importancia del Estado, liberalización comercial y de capitales, equilibrio fiscal, autonomía del Banco Central y de la Comisión Federal de Competencia, tratados de libre comercio, etc.) el prometido crecimiento económico y el bienestar social asociado al mismo brillan por su ausencia. Es verdad que el volumen de nuestras exportaciones supera el orden de los 350 mil millones de dólares anuales y que el flujo de capitales que financian nuestro déficit exterior es constante y positivo, no obstante, hay que decirlo: el crecimiento económico de las últimas tres décadas ha estado muy por debajo de la demanda de empleo y el bienestar social prometido.

Es verdad que una educación de calidad (desde sus niveles básicos hasta los superiores) incide en mejores niveles de calificación profesional y productividad laboral y de esa manera impacta positivamente el crecimiento económico; es verdad que un costo de los insumos de energía en niveles similares a los estándares internacionales es una condición fundamental para que las empresas instaladas en México puedan competir en condiciones de equidad con el resto del mundo; es verdad que una reforma del mercado de telecomunicaciones que aumente la competencia al interior del sector y que permita el acceso democrático de todos los mexicanos al internet pudiera impactar positivamente el bienestar social; es verdad que una reforma laboral que ponga el acento en aumentar la capacitación y la productividad de los trabajadores para elevar los salarios y el ingreso de los trabajadores tendría un efecto positivo sobre el consumo de bienes y servicios y de esa manera sobre el crecimiento económico. 

Pero ninguna de las reformas enunciadas se podrá hacer realidad fácilmente. En el caso de la reforma educativa esta tropezará con la impresionante diversidad social, económica, cultural y geográfica existente en la sociedad mexicana, la escasez de recursos e infraestructura, además de los intereses de una organización sindical con un núcleo dirigente altamente profesionalizado con la cual habrá que procesarla. Similares condiciones existen en cada una de las reformas propuestas: la existencia de intereses establecidos con los cuales hay que procesar las reformas propuestas.

Des-ideologizar el sentido de las reformas propuestas es una condición fundamental para poder construir consensos. A treinta años del primer paquete de reformas estructurales, los mexicanos no estamos dispuestos a regalar cheques en blanco a la próxima administración gubernamental.


PRIMER DEBATE PRESIDENCIAL EN MÉXICO, ELECCIONES 2012

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